lunes, 29 de abril de 2013

Eneida - V. LIBRO VI [descensus ad inferos]

Eneas se encuentra con Dido en el Hades:
'infelix Dido, uerus mihi nuntius ergo
uenerat exstinctam ferroque extrema secutam?
funeris heu tibi causa fui? per sidera iuro,
per superos et si qua fides tellure sub ima est,
460 inuitus, regina, tuo de litore cessi.
sed me iussa deum, quae nunc has ire per umbras,
per loca senta situ cogunt noctemque profundam,
imperiis egere suis; nec credere quiui
hunc tantum tibi me discessu ferre dolorem.
465 siste gradum teque aspectu ne subtrahe nostro.
quem fugis? extremum fato quod te adloquor hoc est.'


"¡Oh desventurada Dido! ¡Conque, fue verdad la nueva de tu desastre, y tú misma te traspasaste el pecho con una espada! ¿Y fui yo ¡Oh dolor! causa de tu muerte? Juro por los astros y por los númenes celestiales y por los del Averno, si alguna fe merecen también,
que muy a pesar mío dejé ¡Oh Reina! tus riberas. La voluntad de los dioses, que ahora me obliga a penetrar por estas sombras y a recorrer estos sitios, llenos de horror y de una profunda noche, me forzó a abandonarte, y nunca pude imaginar que mi partida te causase tan gran dolor.
Detén el paso y no te sustraigas a mi vista. ¿De quién huyes? ¡esta es la postrera vez que los hados me consienten hablarte!"

domingo, 28 de abril de 2013

El Proceso - F. Kafka

Se inicia: "Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, fueron a detenerlo una mañana"
y acaba el pobre K. sin saber el por qué es detenido, pero casi convencido de que es culpable.
Otra distopía de las que me gustan.

[El proceso forma parte de la columna vertebral de la literatura moderna, contemporáneo de Ulises de Joyce, La montaña mágica de Mann o Viaje al fin de la noche de Céline. Representa un avance técnico importante en la novela contemporánea, en cuanto a narración, construcción de personajes y posicionamiento de temas e identidades universales. Se le ha considerado en ocasiones como una obra política de orientación anarquista, como una obra filosófica existencialista y otra serie de tópicos que parecen quedarle cortos. Los existencialistas le rinden homenaje y la toman por puntal de inicio de su movimiento; así, La peste de Albert Camus, es un homenaje oblicuo a la novela de Kafka, por ejemplo. Wikipedia]

sábado, 27 de abril de 2013

El proceso - F. Kafka

Mientras, él mismo iba reuniendo las palabras que necesitaba; buscaba en el diccionario,se ejercitaba en su pronunciación y finalmente intentaba aprenderlas de memoria. Pero le parecía haber perdido completamente la buena memoria que tenía antes. Más de una vez se sentía tan enfurecido con el italiano, que era la causa de tal esfuerzo, que enterró el diccionario bajo montones de papeles, con la firme intención de no prepararse más. Pero después se daba cuenta de que no podía recorrer las obras de arte de la catedral en compañía del italiano sin decir una sola palabra; entonces volvía a sacar el diccionario, aún más furioso que antes.

Y eso que no conocía el griego, digo yo.

lunes, 22 de abril de 2013

La república de los lacedemonios - Jenofonte

El oro y la plata se buscaban y, si aparece algo en algún sitio, su poseedor es multado. Así pues, ¿cómo podría haber interés por el dinero allí donde su posesión proporcionaba más pesares que placeres su uso?

domingo, 21 de abril de 2013

Leónidas de Esparta

El mundo sabrá que unos hombres libres se enfrentaron a un tirano, que unos pocos se enfrentaron a muchos y sabrá que antes de que acabe la batalla incluso un gran rey puede sangrar.

El proceso - F. Kafka

- Usted pertenece a la sociedad que yo debo combatir, pero se encuentra cómoda en ella, ama incluso al estudiante, y, si no le ama, lo prefiere al menos a su marido. Así podía deducirse claramente de sus palabras.
- ¡No!- gritó ella, y permaneció sentada y cogió la mano de K., que éste no pudo retirar lo bastante deprisa.- No puede irse ahora, no puede dejarme con un juicio falso sobre mí! ¿Sería realmente capaz de irse ahora? ¿Tan poco valgo que ni siquiera usted desea hacerme el favor de quedarse un ratito más?


Pero esta era precisamente la explicación que no quería dar, sobre todo porque no correspondía a la verdad, ya que sólo había venido a curiosear, o bien - lo que aún resultaba más inverosímil como explicación- movido por el deseo de comprobar que el interior del tribunal era tan repugnante como su exterior. Y sin duda parecía tener razón al suponerlo así.



- Puede que ninguno de nosotros tenga mal corazón, quizá nos gustaría ayudar a todo el mundo, pero, como funcionarios del tribunal, podemos causar fácilmente la impresión de que tenemos mal corazón y no queremos ayudar a nadie. Esto es, justamente, lo que más me hace sufrir.

miércoles, 17 de abril de 2013

El proceso - F. Kafka

Cuando, al llegar a este punto, K. se interrumpió y miró al silencioso juez de instrucción, creyó advertir que éste estaba precisamente haciendo una seña con la vista a alguien que se hallaba entre la multitud. K. sonrió y dijo: "Ahora mismo, junto a mí, el señor juez de instrucción está haciendo a alguno una seña secreta. O sea que, entre ustedes, hay gente dirigida desde aquí arriba. No sé si esta seña estaba destinada a provocar aplausos o silbidos, y, puesto que la he descubierto prematuramente, tengo plena conciencia de que con ello renuncio a comprender el significado de la señal. Esto es para mí del todo indiferente, y concedo al señor Juez de instrucción plenos poderes para dar órdenes a los empleados a sueldo que tiene ahí abajo y para que no lo haga con señales secretas, sino con palabras bien claras; que diga unas veces ¡silbad! y otras veces ¡aplaudid!




Todos formaban un único grupo, tanto los del bando de la derecha como los de la izquierda, aparentemente opuestos, y, cuando se volvió de pronto, vio la misma imagen insignia en la solapa del juez de instrucción, el cual, con las manos en el regazo, miraba tranquilamente alrededor.
- ¡Ah, muy bien! - exclamó K. y levantó los brazos, porque aquel súbito descubrimiento necesitaba espacio - veo que todos sois funcionarios, sois esa pandilla de gente corrompida contra la cual he hablado, habéis acudido en masa para escuchar y husmear, habéis aparentado que formabais bandos opuestos, y uno de los bandos aplaudía para ponerme a prueba. ¡Queríais aprender la forma de engañar a un inocente! Muy bien, no ha sido inútil vuestra venida, os habrá divertido el hecho de que alguien esperase de vosotros la defensa de la inocencia, o acaso... ¡Suéltame o te doy un tortazo! - gritó K.

domingo, 14 de abril de 2013

El proceso - F. Kafka

Habría podido ir directamente a su habitación, pero como quería hablar con la señora Grubach, llamó a su puerta. Estaba sentada a una mesa cosiendo una media. Sobre la mesa aún quedaba un montón de medias viejas. K se disculpó algo confuso por haber llegado tan tarde, pero la señora Grubach era muy amable y no quiso oír ninguna disculpa: siempre tenía tiempo para hablar con él, sabía muy bien que era su mejor y más querido inquilino. K miró la habitación, había recobrado su antiguo aspecto, la vajilla del desayuno, que había estado por la mañana en la mesita junto a la ventana, ya había sido retirada. «Las manos femeninas hacen milagros en silencio ––pensó––, él probablemente habría roto toda la vajilla, en realidad ni siquiera habría sido capaz de llevársela». Contempló a la señora Grubach con cierto agradecimiento.

––¿Por qué trabaja hasta tan tarde? ––preguntó.

Ambos estaban sentados a la mesa, y K hundía de vez en cuando una de sus manos en las medias.

––Hay mucho trabajo ––dijo ella––. Durante el día me debo a los inquilinos, pero si quiero mantener el orden en mis cosas sólo me quedan las noches.

––Hoy le he causado un trabajo extraordinario.

––¿Por qué? ––preguntó con cierta vehemencia; el trabajo descansaba en su regazo.

––Me refiero a los hombres que estuvieron aquí esta mañana.

––¡Ah, ya! ––dijo, y se volvió a tranquilizar––. Eso no me ha causado mucho trabajo.

K miró en silencio cómo emprendía de nuevo su labor. «Parece asombrarse de que le hable del asunto ––pensó––, no considera correcto que hable de ello. Más importante es, pues, que lo haga. Sólo puedo hablar de ello con una mujer mayor».

––Algo de trabajo sí ha causado ––dijo––, pero no se volverá a repetir.

––No, no se puede repetir ––dijo ella confirmándolo y sonrió a K casi con tristeza.

––¿Lo cree de verdad? ––preguntó K.

––Sí ––dijo ella en voz baja––, pero ante todo no se lo debe tomar muy en serio. ¡Las cosas que ocurren en el mundo! Como habla conmigo con tanta confianza, señor K, le confesaré que escuché algo detrás de la puerta y que los vigilantes también me contaron algunas cosas. Se trata de su felicidad, y eso me importa mucho, más, quizá, de lo que me incumbe, pues no soy más que la casera. Bien, algo he oído, pero no puedo decir que sea especialmente malo. No. Usted, es cierto, ha sido detenido, pero no como un ladrón. Cuando se detiene a alguien como si fuera un ladrón, entonces es malo, pero esta detención…, me parece algo peculiar y complejo, perdóneme si digo alguna tontería, hay algo complejo en esto que no entiendo, pero que tampoco se debe entender.

––No ha dicho ninguna tontería, señora Grubach, yo mismo comparto algo su opinión, pero juzgo todo con más rigor que usted, y no lo tomo por algo complejo, sino por una nadería. Me han asaltado de un modo imprevisto, eso es todo. Si nada más despertarme no me hubiera dejado confundir por la ausencia de Anna, me hubiera levantado en seguida y, sin tener ninguna consideración con nadie que me saliera al paso, hubiera desayunado, por una vez, en la cocina y me hubiera traído usted el traje de mi habitación, entonces habría negociado todo breve y razonablemente, no habría pasado a mayores y no hubiera ocurrido nada de lo que pasó. Pero uno siempre está tan desprevenido. En el banco, por ejemplo, siempre estoy preparado, allí no me podría ocurrir algo similar, allí tengo a un ordenanza personal; el teléfono interno y el de mi despacho están frente a mí, en la mesa; no cesa de llegar gente, particulares o funcionarios; además, y ante todo, allí estoy siempre sumido en el trabajo, lo que me mantiene alerta, allí sería un placer para mí enfrentarme a una situación como ésa. Bien, pero ya ha pasado y tampoco quiero hablar más sobre ello, sólo quería oír su opinión, la opinión de una mujer razonable, y estoy contento de que coincidamos. Pero ahora me debe dar la mano, una coincidencia así se tiene que sellar con un apretón de manos.

jueves, 11 de abril de 2013

El proceso - Franz Kafka (prólogo de José Saramago)

Toda esta escritura no es otra cosa
que la bandera de Robinson en el
punto más alto de la isla
F. KAFKA

En una carta del 28 de agosto de 1913, Kafka escribirá: "Vivo en medio de mi familia, entre las mejores y amorosas personas que se puede imaginar, como alguien más extraño que un extraño. Con mi madre, en los últimos años, no he hablado, de media, más que veinte palabras por día, con mi padre jamás intercambié otras palabras que las de saludo".

Contraportada "David Copperfield"

Nadie pondrá en duda que soy un padre afectuoso con todos los hijos de mi imaginación, y que ningún otro progenitor puede querer a su familia con tanta ternura. Pero, como muchos padres afectuosos, tengo un hijo favorito en el fondo de mi corazón. Y su nombre es David Copperfield.

martes, 9 de abril de 2013

David Copperfield - Dickens

His lectis rebus, mi conclusión final es que Dickens es supremo, y que me gustaría que existiera un universo paralelo en que Copperfield y Emma Bovary existiesen en la realidad y se conocieran. Si a Agnes no le supusiera ninguna molestia, claro. O incluso si sí le supusiera.

Cuando llegó la Navidad, llevaba más de dos meses en casa. Había visto a Agnes a menudo. Por muchas alabanzas que me dedicara el público, y or grande que fuera el placer y la emoción que eso suscitaba en mí, el más pequeño elogio salido de su boca me parecía infinitamente más valioso.


- ¿Sabe algo más- pregunté con la mayor tranquilidad, mientras ella se sentaba en mi silla- de los amores de Agnes?
Me miró unos instantes antes de responder:
- Creo que sí, Trot.
- Su impresión, ¿se ha confirmado? - inquirí.
- En efecto, Trot.
Me miró tan fijamente, como si vacilara o sintiera pena, que hice acopio de todas mis energías para adoptar un semblante dichoso.
- Y lo que es más, Trot...- prosiguió ella.
- ¿Sí, tía?
- Creo que Agnes va a contraer matrimonio.
- ¡Que Dios la bendiga! -exclamé, alegremente.
- ¡Que Dios la bendiga! -repitió mi tía- ¡Y a su marido también!
Mi hice eco de su deseo, y, tras despedirme de ella, bajé con paso ligero las escaleras, subí al caballo y me alejé. Ahora tenía una razón de más para hacer lo que me había propuesto.


Apoyó sus suaves manos en mis hombros y contempló serenamente mi rostro.
- ¿Acaso no lo sabes todavía?
- Me da miedo hacer conjeturas. Dímelo tú, corazón.
- ¡Te he querido toda mi vida!



Pero, antes de su marcha, viajó conmigo a Yarmouth para ver una pequeña lápida que yo había hecho colocar en el cementerio en memoria de Ham. Mientras yo copiaba,a petición suya, la sencilla inscripción, le vi agacharse y coger un manojo de hierba de la tumba y un puñado de tierra.
- Es para Emily- dijo, guardándolo en su pecho-. Se lo prometí, señorito Davy.

lunes, 8 de abril de 2013

David Copperfield - Dickens


> referencia metalingüística:

Tengo la impresión de que es una regla general. Al prestar juramento ante la ley, por ejemplo, los declarantes parecen disfrutar enormemente cuando llegan a una ristra de palabras altisonantes que expresan la misma idea; como cuando afirman detestar, abominar, abjurar, etc. Y los viejos anatemas se basaron en el mismo principio. Hablamos de la tiranía de las palabras, pero también nos agrada tiranizarlas a ella; nos gusta tener un ejército de términos superfluos a nuestras órdenes para las grandes ocasiones; pensamos que causan una excelente impresión y suenan bien. Al igual que en los momentos ceremoniosos somos poco exigentes con el significado de las libreas, si son lo bastante elegantes y numerosas, el sentido o la necesidad de nuestras palabras nos parece secundario si podemos organizar un bonito desfile con ellas [...]




Mientras bajaba un sinuoso camino por la ladera de la montaña, me invadió una débil sensación de belleza y de serenidad que llevaba mucho tiempo olvidada, una especie de sosiego nacido de la calma de aquel valle que yo veía brillar en la distancia. Recuento que me detuve una vez, con un sentimiento de tristeza que no era angustioso ni desesperado. Recuerdo que tuve casi la esperanza de que se obrara en mí algún cambio. [...] De pronto, en medio de tanta serenidad, me habló la gran voz de la naturaleza; y me invitó a descansar mi fatigada cabeza sobre la hierba, ¡y a llorar como no lo había hecho desde la muerte de Dora!


Si en aquel período de mi vida hubiera estado mucho con ella, supongo que, en un momento de debilidad o de desesperación, habría traicionado mis sentimientos. Era ese vago temor el que me había alejado de Inglaterra. Me habría resultado insoportable perder la más pequeña migaja de su amor fraternal; y, al delatar mis sentimientos, habría aflorado una tensi´n entre nosotros hasta entonces desconocida. No podía olvidar que era el único responsable de esa clase de sentimiento que yo le inspiraba. Si en algún momento ella me había querido con otra clase de amor (como a veces pensaba que podía haber ocurrido), yo la habría rechazado.

miércoles, 3 de abril de 2013

David Copperfield - Dickens

Ella lanzó un grito de terror y forcejeó conmigo con tanta violencia que no creo que hubiese sido capaz de sujetarla solo. Pero una mano más poderosa que la mía la agarró; y cuando la joven alzó su mirada temerosa y vio quién era su dueño, se dejó caer entre los dos después de un último esfuerzo. La llevamos lejos de la orilla, hasta un lugar donde había algunas piedras secas, y la depositamos allí llorando y gimiendo. No tardó en sentarse, con su desdichada cabeza entre las manos.
- ¡El río!- exclamó con desesperación-. ¡El río!

Sin embargo, algunas veces, cuando la llevaba al piso superior y sentía su peso cada vez más ligero, una extraña sensación de frío se apoderaba de mí, como si me acercara a una región helada, aún invisible, que entumeciese mi vida. Evité dar nombre a ese sentimiento, o analizarlo en mi interior; hasta que una noche en que lo había experimentado con más intensidad que nunca, cuando mi tía se despidió con el grito de: "buenas noches, Pequeña Flor", me senté solo ante mi mesa de trabajo y rompí a llorar pensando en aquel nombre tan funesto, y en ¡cómo la hermosa flora había perdido su lozanía!

- Señorito Davy, ¿la ha visto usted?
- Sólo durante unos instantes, cuando se había desvanecido- respondí dulcemente.
Caminamos un poco más, y él añadió:
- Señorito Davy, ¿cree que volverá a verla?
- Quizá sea demasiado doloroso para ella- respondí.
- Sí... eso había pensado- exclamó-. Seguro que lo es, señor, seguro que lo es.
- Sin embargo, Ham -le dije con delicadeza-, si hay algo que pueda escribirle de tu parte, en caso de que me sea imposible hablar con ella; si hay algo que quieres que le comunique en tu nombre, lo consideraría un deber sagrado.
- No cabe la menor duda. Se lo agradezco, señor; es usted muy amable. Creo que hay algo que me gustaría decirle o escribirle.
-¿Y qué es, Ham?
Continuamos andando en silencio, y en seguida dijo:
- No se trata que sepa que la perdono. No, no es eso. Lo que deseo es pedirle que me perdone por haberle impuesto mi amor. A veces pienso que, si no le hubiera hecho prometerme que se casaría conmigo, señor, tal vez hubiese confiado en mí como un amigo; y me habría contado la lucha que libraba en su interior, y me habría pedido consejo, y yo habría podido salvarla.