miércoles, 19 de junio de 2013

La mujer en Esparta

La mujer espartana ha sido considerada una de las mujeres más libres del mundo clásico. El hecho es que por una parte, sí que es cierto que la mujer ateniense no solía actuar de una manera tan independiente como la mujer espartana, aunque el verdadero motivo era la ocupación de sus maridos: Una espartana pasaba la mayor parte de su tiempo sola, pues sus maridos tenían que acudir hasta los sesenta años a las sysytias, comidas en su cuartel militar. Para entender mejor la mentalidad de la espartana, podemos remontarnos a una anécdota que recogió el historiador Plutarco: Una mujer ateniense le preguntó a otra lacedemonia, (que apunta a ser la reina Gorgo, según Plutarco): "¿Cómo es que vosotras la espartanas sois las únicas que dais órdenes a los hombres?". A lo que la espartana le respondió: "Porque somos las únicas que parimos hombres de verdad.”
Lo mismo ocurría no sólo con sus maridos, sino también con sus hijos, pues, cuando partían a la guerra, les recordaban que volvieran o con su escudo, o sobre él, es decir, que debían ser altamente valientes sin importarles su muerte.
Resumiendo, nos encontramos en una sociedad en la cual la mujer podía acceder una educación muy similar a la del varón hasta los siete años, las thiasas, donde establecían una grata relación con sus profesoras, como lo fue la poetisa Safo. Estudiaban gimnasia, unos mínimos estudios humanistas, música y se ejercitaban con un “peplo dorio” o totalmente desnudas junto con los hombres. Se alimentaban bien y no se abstenían del vino, por el contrario, las atenienses se sometían a unas parcas comidas y se abstenían del vino, motivo por el cual Jenofonte sostiene en su obra La constitución de los lacedemonios que nunca engendrarían las mujeres atenienses a seres grandiosos. Contraían matrimonio alrededor de los 20 años, y la finalidad de sus uniones eran básicamente reproductivas: engendrar seres fuertes que siguiesen con la tradición doria. El enlace, llamado “el rapto” remonta al antiguo mito del rapo de Hera por Zeus en Eubea. Después, en su primera unión marital, la joven se vestía con atuendos masculinos, según algunas interpretaciones, para que su marido, acostumbrado a vivir entre hombres, no se traumatizara al ver el cuerpo de una mujer, según otras, porque esto remitía a una visión andrógina de perfección. Durante los primeros meses de su enlace, los encuentros eran preparados por las esposas, y tenían lugar de manera clandestina, para así forzar el deseo del encuentro y “permitir que los hijos resultantes de cada encuentro sexual fueran más fuertes y estuviesen mejor creados”. Después, eran ellas las que educaban a sus hijos, los futuros espartiatas, hasta los siete años, según la educación que ellas habían recibido. En cuanto a la relación entre los cónyuges, el adulterio no estaba penalizado con la finalidad de que los hombres siempre tuviesen herederos de su klerós, porción de tierra otorgada por el estado. También las mujeres podían poseer tierras, acudir a espectáculos religiosos, participar en los juegos olímpicos… y, de hecho, nunca un hombre se sintió avergonzado de ser vencido por una mujer.
La sociedad espartana atribuía también cierta sentimentalidad más elevada en las mujeres que en los hombres, y a pesar de que no plasma exactamente la realidad histórica espartana el autor Pressfield, en su obra Puertas de fuego, sí que plasma en la figura de Leónidas este lado más humano de los espartanos, que, ante su partida a las Termópilas, reflexiona sobre que las heridas de los hombres son físicas y pueden soportarse, mientras que las tristeza que aflige a las mujeres por la partida a la guerra de sus maridos y sus hijos es muy superior al dolor físico. Un claro ejemplo de mujer espartana se recoge en la figura de la reina Gorgo, la única en ser hija de rey (Cleómenes I), esposa de rey (Leónidas I) y madre de rey. A pesar de que las mujeres, al igual que sucedía en Atenas, no podían intervenir en la vida política, ella se dio a conocer por el hecho de advertir a su padre y a su esposo en cuestiones cruciales en la vida política lacedemonia.

Respecto a la mujer, tanto ateniense como espartana, recoge su visión el autor latino Cornelio Nepote, en el siguiente pasaje, en el cual las compara con las mujeres romanas: quem enim Romanorum pudet uxorem ducere in convivium? Aut cuius non mater familias primum locum tenet aedium atque in celebritate versatur? Quod multo aliter in Graecia. Nam neque in convivium adhibetur nisi propinquorum, neque sedet nisi in interiore parte aedium, quae gynaeconitis apellatur, quo nemo accedit nisi propinqua cognatione coniunctus. (“¿A qué romano, pues, le da vergüenza llevar a un banquete a su esposa? ¿O, su « mater familias » no ocupa el primer lugar de la casa y además está versada en la fama ? Esto ocurre de manera muy distinta en Grecia. Y el caso es que no se la lleva a un banquete a no ser que (sea) de los parientes, ni permanece sentada a no ser que (sea) en la parte interior de la casa, la cual se llama gineceo, a donde nadie se acerca a no ser que esté unido por un parentesco cercano »).

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