sábado, 28 de julio de 2012

El estado de gracia - Brodkey

"A partir de segundo curso siempre había sacado las mejores notas - mejores que ninguno de los compañeros de las diversas escuelas a las que fui - , lo cual aterrorizaba al resto del curso. Lo que más aterrorizaba era que, hasta donde ellos alcanzaban ver, no me costaba el más mínimo esfuerzo; para mí era como hacer juegos de manos. Nunca me tomaron el pelo, ni me atormentaron; prefirieron, simplemente, aislarme." [Después de demorar un mes mis vacaciones estivales por motivos puramente burocráticos, me retiro, hasta septiembre.]

jueves, 26 de julio de 2012

Tiendas de campaña

Jordi Castillo no tenía amigos en la escuela primaria. Su madre lo llevaba siempre a regañadientes. Él a veces lloraba. De los sofocones que se llevaba llorando, a veces, incluso, llegaba a vomitar. Él se alegraba de vomitar, pues una vez, gracias a eso, no fue al colegio. Pero las veces posteriores sí que lo llevaron a pesar de eso. Su madre se inquietaba pues no sabía por qué motivo Jordi odiaba la escuela. Lo hablaba con su tutora, y la única conclusión a la que se llegaba era que no se integraba. Pensaban tanto los pedagogos del centro como la tutora de Jordi que la culpa no era de los demás niños, sino que era del propio Jordi, que nunca intentaba interactuar con ninguno de los demás niños. Mientras que en los recreos todos los niños de su clase jugaban al fútbol, con canicas o a la peonza, Jordi se sentaba en un rincón de las escaleras, sacaba su carpeta y empezaba a hacer los deberes, pero no sólo los que le habían mandado, él hacía todos los folios que podía de su cuadernillo. De hecho, el primer trimestre ya había terminado todo el cuaderno. La tutora creía que tenía un talento especial, que de mayor Jordi sería un excéntrico y un antisocial. Jordi se entretenía en cualquier cosa que no fuese interactuar con los demás niños. Pero no porque los menospreciara, ni mucho menos. Jordi, en sus adentros, pensaba que sus compañeros de clase eran superiores a él, y por eso podían permitirse el lujo de jugar, mientras que él, como nunca se atrevía a hablar con nadie, simplemente haría lo que su madre le decía siempre: “Pórtate bien y haz los deberes”. No quería ir al colegio porque sus compañeros, después de ver que en los dos meses de clases seguía sin hablarles se decantaron por burlarse de él con la finalidad de ver si así conseguían algún tipo de respuesta de Jordi. Pero ese intento fracasó, pues Jordi, cuando oía que lo llamaban “mariquita” o “tonto” se callaba, hacía oídos sordos y cuando llegaba a casa, se encerraba en el baño y lloraba. A veces, cuando no lo podía soportar más, se iba al baño del colegio, cerraba el pestiño y se sacaba de su mochila a su mejor amigo, su osito Teddy (llamado así porque amaba una serie de animación muda donde el protagonista, un señor tan diferente al resto del mundo como él, tenía un osito de peluche al que llevaba a todos sitios) y le contaba en voz muy bajita, para no poder ser escuchado, los sucesos del día e imaginaba respuestas de Teddy para consolarse a él mismo. Sus calificaciones eran brillantes, aunque en clase no atendía a la maestra, en su casa releía lo que se había explicado y con una única leída le bastaba para obtener un nuevo diez. Su familia le felicitaba por sus dieces. Jordi no quería que lo felicitasen, a él no le parecía nada que mereciese una recompensa. No le gustaban los regalos, le aburrían los juegos de coches o los trenes eléctricos. Su madre se desquiciaba al ver que su hijo era el hijo más bizarro que hubiese pensado. Jordi, como por las tardes solía sentarse en la mesa a dibujar o a escribir historias fantásticas, a veces veía a su madre hablar por teléfono con una señora que no sabía quién era. La madre de Jordi pensaba que Jordi no la oía, pero sí que la oía. Solía decirle que Jordi no quería ir al parque nunca, y que cuando lo llevaba, se quedaba parado y, como mucho, con las piedrecitas que hallaba por el suelo construía figuras geométricas. Otras veces su madre también le contaba a esa señora por teléfono que a Jordi no le gustaba ver la tele, sólo veía “Mr Bean”. Jordi, aún ahora, que sigue recordando estas cosas, no entiende el porqué le causaba tal hastío a su madre el hecho de que fuese un niño especial que no se divertía con lo que todos los niños solían divertirse. Cuando llegó a cuarto de primaria y le dijo a su madre: “No quiero tomar la comunión y no me importa que todos los niños de mi clase la tomen, a mí me aburren las misas y no son importantes para mí”, ésta se alborotó tanto que se largó a su habitación llorando y exclamando que su hijo era un satánico. En esos momentos Jordi no sabía lo que era un satánico, pero no le parecía que fuese nada malo. Al decidir él por voluntad propia no consagrarse y al no poder conseguirlo su madre por ningún medio ni con ningún soborno, en el colegio regido por una orden religiosa en el cual Jordi estudiaba decidieron que no podría seguir allí sus estudios bajo la excusa de que sólo los niños consagrados podrían estudiar allí. Pero Jordi sabía que eso era mentira, pues su compañero vietnamita no se consagraría y nadie haría nada para que lo hiciese. El verdadero motivo por el cual echaron a Jordi era por su ingenio, que abundaba y sobresalía del resto con una inminente diferencia. Además, su inteligencia estaba más que desarrollado para su edad, a veces debatía principios morales sin él saber lo que estaba haciendo. Desconfiaba de la iglesia y del orden estatal. Eso no se podía permitir a su edad. El colegio sólo necesitaba una pequeña excusa para echarlo, y ahora la tenían. A la madre de Jordi le entró un ataque de ansiedad. Ahora lo tendría que llevar a un colegio público, y eso ella no lo quería, creía que su “status quo” descendería, una familia de una clase acomodada nunca debe llevar a sus hijos a colegios públicos donde se puedan relacionar con la prole, y con niñas de barrios bajos. Pero no tenía otro remedio, pues los otros privados ya tenían las plazas completas y porque Jordi lloraba cada vez que su madre le hablaba de algún centro que también estuviese relacionado con la iglesia. La semana siguiente Jordi acudió a las clases de un colegio público. Se sentó como siempre en la última fila y se sintió más observado que nunca. Sus compañeros no llevaban camisas de botones, ni pantalones de tela, ni zapatos de cuero. En las miradas de sus compañeros percibía miedo, pero no odio ni envidia. Sólo miedo. Después se fijo en que por primera vez, había también niñas en su clase. Jordi nunca había hablado con una niña y no tenía claro si se comportaban como sus anteriores compañeros. En su colegio de antes no podían estudiar las chicas, y en el parque, las pocas veces que había ido, no recordaba qué hacían éstas. Algunas le parecían guapas, le gustaba mirar el cabello de las niñas y pensar en cómo estaría él con un pelo tan largo. Cuando terminaron las clases, bajó al recreo. Allí tampoco se relacionaba con nadie. Pero se entretenía como siempre, solo. En una ocasión una niña con los vaqueros rotos se le acercó en las escaleras. - ¿Cómo te llamas? - Jordi. - Ya lo sabía. - Y, ¿por qué me lo preguntas, si puede saberse? - No sé. Yo me llamo Julia. ¿Me podrías dar un poco de tu almuerzo? - Sí, toma, no como mucho. Acábatelo. - Gracias. ¿Qué estás haciendo? - Escribo. - ¿Tenemos deberes? - No. Escribo porque me gusta. - A mí también me gustaría hacer cosas de mayores, como tú. - No son cosas de mayores. Cualquiera puede escribir. - ¿Cómo se titula? - Nunca pongo títulos, creo que los títulos acondicionan al lector, y eso no me gusta. - No te entiendo. - No importa. Pasaron los cursos y terminó Jordi sus estudios primarios. Había progresado un poco y se podía relacionar con algunas de las chicas de clase. Su madre ya se había adaptado a la personalidad de su hijo y respetaba su opinión de seguir estudiando en un instituto público. Al menos, se decía su madre, ya no llora cuando llega a casa. - Joan, nuestro hijo nos ha salido un rebelde, un antisistema, un satánico. - No exageres, no será para tanto. - Sí, lo sabes. - Eso ya se le pasará. - Tú nunca le haces caso. - Eras tú quien quería tener hijos. Cuando Jordi estaba en el tercer curso de sus estudios secundarios, descubrió que mientras que todos sus compañeros hablaban de sus impulsos sexuales, él no sabía qué decir porque no los sentía. A veces, cuando ya tenía un grupo de amigos estable y le preguntaban por sus preferencias sexuales, él respondía con monosílabos o con afirmaciones confusas. Elidía esos temas pues no le causaban el más mínimo interés. A veces, sus amigos iban a casa de Jordi a ver alguna película, o a jugar a algún juego del ordenador. A Jordi no le entretenían demasiado los juegos del ordenador, pero las películas sí que solían gustarle. Le apasionaría ser director de cine, porque así mezclaría dos de sus pasiones: la literatura y el arte de las imágenes. - Joan, el niño nos llena la casa de perroflautas. ¿Has visto? Casi todos son de clase baja, y como no tienen dinero para ordenadores se aprovechan de nuestro niño. ¿y has visto a aquél, que lleva un pendiente y una rasta? - No querías que hiciera amigos, ahí los tienes. Jordi fue creciendo, acabó la secundaria y empezó el bachillerato. Seguía quedando con sus amigos y haciendo las cosas que más le podrían molestar a su familia: ir a manifestaciones contra el gobierno, por la defensa de la lengua, en contra del maltrato animal, y, la que más fastidió a su familia y más rebelde lo hizo sentir, por la legalización de los cannabis. - Joan, ¡que nuestro niño es también uno de esos raritos anarquistas! - Eso es la edad, mujer, no te alarmes, ahora está eso de moda, dentro de unos meses será la moda el ser de la alta sociedad. No te alteres. Además, sigue no bajando del excelente y se comporta bien en casa. No lo juzgues por eso. Una tarde, Jordi hallábase en la biblioteca de su liceo, intentando componer una poesía basada en el “beatus ille” horaciano. Un chico de un curso más que él se sentó a su lado. Jordi lo miró pero no le preguntó nada y volvió a concentrarse en lo suyo. - ¿Qué escribes? - Algo de lírica. - ¿Por gusto? - Sí. - Te admiro. Yo por gusto nunca he pasado de la narrativa. - ¿Te gusta la literatura? - La amo, estudio humanidades. - Yo también – sonrió, por fin, Jordi. - Irás a primero, ¿no? - Sí. Nunca te había visto por estos lares. - Lo sé, suelo esconderme del mundo, no soy muy querido. - Bueno, a lo mejor el mundo no te merece a ti – sonrió amistosamente Jordi. - En fin, ¿te sales y nos hacemos un cigarrito aliñado? - ¿Cómo sabes que yo fumo…? - Sé quiénes son tus amigos. Eso se sabe. Además, sé que comentan que llegaste como el más pijo de todos y que poco a poco te fuiste haciendo algo anarquista. - Bueno, cuando era pequeño me vestía mi madre, y ahora me visto yo. Eso es todo. - Claro, claro. Salieron de la biblioteca y se ocultaron en la parte trasera del instituto, donde todos acostumbraban a fumar. El chico que se había acercado a Jordi sacó de su bolsillo una bolsita hermética llena de hierba y le pidió un cigarro a Jordi. - Sólo tengo de liar, ¿te sirve? - Sí, ve preparándome cartón. Se fumaron todo el cigarrillo aliñado mientras conversaban de cosas triviales. - Me alegro de haberte conocido. No abundan por aquí los amantes de la literatura, ni los fervorosos seguidores de los clásicos. Eres de los poco que junto a mí se habrán leído Eneida, Odisea e Ilíada. - Cierto, cierto, yo también me alegro mucho. Por cierto, ¿te llamas Jordi? - Oh, craso error, no habernos presentado antes. Sí, soy Jordi, ¿y tú? - Carles, me llamo Carles. Y así se selló una amistad entre ellos. Esa misma noche, pues era viernes, Jordi había quedado con su grupo de amigos para jugar al truc en el antro donde solían reunirse. Jordi les comentó a quién había conocido y lo bien que se habían llevado. Entonces todos sus amigos empezaron a reír a carcajadas. - ¿De qué os reís?- preguntó inquieto Jordi. - ¡De que te has hecho amigo del parguela! - ¿Parguela? ¿Queréis decir que Carles es homosexual? - ¡Claro! Lo sabe todo el mundo, por eso no está nunca en el instituto, porque todos se meten con él. - Bueno, y vosotros, tan modernos y tolerantes, ¿qué hacéis ahora? También os estáis riendo de él… - No nos reímos de que sea gay, nos reímos de que ha intentado ligar contigo, aunque a lo mejor a ti te va eso, que nunca nos cuentas nada de las chicas a las que te cepillas – respondió uno de sus amigos, con un tono entre irónico y burlón. Acto seguido, irritado, Jordi se largó del antro y se dirigió hasta la zona de detrás del instituto. Sabía que no habría nadie. Efectivamente, estaba solo. Se fumó un pitillo y regresó a su casa. Sus padres ya estaban durmiendo, así que se preparó un vaso de leche y luego, se acostó. Le irritaba el hecho de que sus amigos, quienes lo habían introducido en unos ideales marcados por la igualdad y por la tolerancia, ahora fuesen tan hipócritas como para juzgar la orientación sexual de la gente y atribuyéndoles despectivos como “parguela”. Le costó dormirse, pues ahora había una duda que lo corrompía. Esa duda le surgía por los últimos vocablos de su amigo Quimy: “No nos reímos de que sea gay, nos reímos de que ha intentado ligar contigo, aunque a lo mejor a ti te va eso, que nunca nos cuentas nada de las chicas a las que te cepillas”. ¿Realmente Carles intentaba ligar con él? ¿A caso un homosexual no podía tener amigos de su mismo sexo? A lo mejor Carles sólo quería un poco de compañía, todos se metían con el pobre, sólo por ser homosexual, hasta los más liberales. Pero, ¿por qué había dicho Quimy que él mismo podía ser también homosexual? ¿Sólo porque nunca hablaba de mujeres? En verdad a Jordi las mujeres no le atraían, bueno, a ver, sí, sabía cuando una mujer era guapa, y le gustaba mirar cómo vestían, y sus cabellos, y su personalidad… Sabía que las mujeres con mucho pecho no le gustaban, ni las que se maquillaban mucho, ni las que se hacían las chulas, ni las que llevaban faldas muy cortas… Jordi podría besar sin ningún asco a cualquier chica normal, siempre que fuera simpática y, sobre todo, inteligente. Pero a diferencia de sus compañeros, no sentía ese ardor sensual ni esos deseos psicalípticos, ni su imaginación se desbordaba por los rincones más obscenos de su imaginación. Asexual. Eso. Lo había leído en revistas. Aproximadamente el 1% de la población es asexual, él podría formar parte de ahí. Si no le atraían las chicas no tenían el porqué atraerle los chicos, Puede que no le gustase nada, sólo la amistad con las personas. Sí, seguro que él era asexual. Eso no era malo. No era bueno, pero tampoco era malo. Eso sí, no iba a dejar que por aceptación social dejara de hablar con Carles. Ahora era su amigo y lo trataría como a tal. Entre estos pensamientos se durmió Jordi, intenta convencerse a sí mismo de que, a pesar de que afectivamente se sentía muy a gusto con Carles, la simple idea de practicar la sodomía lo hacía mostrar muecas de disgusto e incluso se decía a sí mismo: “Es imposible, por ahí no me cabe”. En una semana no volvió a ver a Carles en el instituto, y eso que disimuladamente él revisaba todos los rincones del instituto buscándolo con la mirada. Ese tema no volvió a surgir entre el grupo de amigos. Quimy se disculpó y todo siguió con normalidad. Pero Jordi estaba inquieto. ¿Cómo podía desaparecer de tal manera un ser humano? Era imposible. Cuando terminó la clase del viernes, les dijo Jordi a sus amigos que fuesen yendo hacia el antro, que después de merendar ya acudiría él, que tenía que ayudar a su madre con unos papeleos. En realidad, Jordi se refugió en la biblioteca, sacó un libro de Unamuno, empezó a leer, pero no entendía lo que leía. Los nervios lo hacían ahogarse. Levantaba la mirada cada minuto, pero Carles seguía sin aparecer. ¿Por qué estaba haciendo eso el bueno de Jordi? Si él no sentía nada por Carles… Sí, pero, entonces, ¿por qué estaba allí, donde una semana antes lo había conocido? ¿por qué, lejos de vestir con sus camisetas de grupos de música y sus pantalones al estilo hippie ese día precisamente se había puesto unos pantalones vaqueros y un estilo mucho más bohemio, que encajaba a la perfección con el misterioso estilo de Carles? Mientras se hacía Jordi estas cuestiones, entró en la biblioteca Carles. El nerviosismo de Jordi, lejos de ser calmado, se aceleró. Carles parecía no haber divisado a Jordi. ¿Qué podía hacer entonces Jordi? Carles ya se había sentado en otra mesa. Jordi tenía que armarse de valor para decirle algo a Carles. Esperaría quince minutos de cortesía mientras fingía que leía y se acercaría a la mesa, lo saludaría, y le ofrecería salir a fumar. Sí, eso era un buen plan, se decía. Pasaron los quince minutos y Carles seguía anonadado leyendo un libro de tapas rojas. Esperó cinco minutos más y se levantó. Se acercó hacia la mesa donde se hallaba Carles y lo saludó. - ¡Ey!, ¿qué tal la semana? - Bien, bueno, mucho examen y mucho estrés, ¿y tú? No te he visto por aquí… - Bueno, no voy mucho a clase, no me hace falta, puedo estudiar por mi cuenta. - Ajá, ¿quieres, quieres salir y nos fumamos unos cigarros? - Me encantaría, ve saliendo, que tengo que llevarme unos apuntes. - Vale. Salió Jordi maldiciéndose por haberle mirado los ojos a Carles. Le encantaban los ojos de Carles. Se maldijo nuevamente por ello. ¿Pero, y si era homosexual él, que tenía de malo? Esperó cinco minutos que se le hicieron eternos y llegó Carles. Hablaron sobre muchas cosas cultas de las que Jordi no podía hablar con ninguno de sus amigos porque si lo hacía lo llamaban pedante o prepotente. Rieron con anécdotas sobre la escasa organización del liceo. Jordi le preguntó a Carles que qué estudiaría el próximo año, y Carles le respondió que posiblemente “Traducción y mediación interlingüística”. La conversación no se hacía incomoda a pesar de que a veces se producían periodos de silencios. Jordi pensaba que Carles lo invitaría a salir, pero no fue así. Pasaron tres semanas viéndose en esos pequeños ratitos hasta que Carles se decidió a preguntarle si le gustaría quedar esa noche. Jordi, aceptó la propuesta. Habían quedado en ese mismo lugar después de cenar. Carles vivía solo. Le había dicho que podrían fumar en su piso. Jordi no sabía si pensar mal. Seguía sin sentirse atraído por los hombres sexualmente, pero le apetecía muchísimo la compañía de Carles. Ambos llegaron prácticamente a la vez porque se vieron andando cada uno desde una punta de la calle. Los dos se habían cambiado la ropa, pero iban vestidos de manera informal, con pantalones vaqueros y una camiseta de manga corta. Se chocaron la mano y Carles lo guió hasta su casa. Subieron los dos pisos sin ascensor y se sentaron en el salón. - ¿Qué han dicho tus amigos sobre que quedes conmigo? - No saben… - Ah, tranquilo, no importa. Creía que se lo habrías dicho, parecen muy amables. - Sí, bueno… - No estés tan tenso, que no te voy a matar. - Je,je – rió patéticamente Jordi - ¿y, cómo es que vives solo si tienes dieciocho años todavía? - Ah, porque mis padres viven en el interior, y allí hay muy pocos institutos públicos, y los que hay no dan ninguno las asignaturas que yo necesitaba para la carrera, y como tenía mi padre este piso aquí abandonado lo reformó para que viviese aquí. Ellos vienen dos fines de semana al mes. Nos llevamos bien la verdad. - Qué bien, vivir solo… ojalá yo pudiera… - Pero a ti te lo harán todo… - Pero mi madre es insoportable, siempre está disconforme con todo lo que hago. - Imagínate cuando yo les conté lo mío cómo se lo tomaron… - ¿Lo tuyo? ¿Qué quieres decir? - Venga, Jordi, no te hagas el despistado, que es obvio que lo sabes, como todos… - Bueno, lo sé, pero lo sé porque me lo dijeron mis amigos, yo no lo habría notado, hay a quienes se les nota y parecen muy finos pero tú… mejor me callo, que no quiero ofender… - Tranquilo, que no me ofendes, hombre, somos amigos. Podemos hablar de estas cosas. Con el consumo de psicótropos, la conversación fue más fluida, y poco a poco se sinceraron, de manera que como cualquier hado hubiese predicho, la velada finalizó con un beso, que no desconcertó a ninguno de los dos, pues verdaderamente ambas partes conocían ya de sobra que eso acabaría ocurriendo, antes de que el sol saliera. Siguieron quedando algunas semanas, y todo seguía en el orden establecido. Los amigos de Jordi sospechaban lo que sucedía, pero arrepentidos por haber ofendido anteriormente, no mencionaban nada al respecto. Jordi seguía inquieto, temeroso, no sabía por qué, pero sabía que no quería que la cosa pasara a mayores. Seguía sin sentir ninguna tensión sexual, sólo sentía afecto, y no le molestaba tampoco el besarlo, es más, en ocasiones hasta le parecía bucólico y tierno, al fin y al cabo todos necesitan afecto. Por suerte, Carles, consciente de la metamorfosis que se producía en la vida de Jordi, seguía sin ningún tipo de prisa o de presión. Confiaba en que tarde o temprano Jordi sería quien sugiriera algo. Pero tras dos meses de encuentros eso no pasaba, pero, al menos, se consolaba Carles pensando que prácticamente todas las amistades de ambos conocían la relación existente y ninguno de los dos se avergonzaba de ello. Jordi se iba adaptando y se sentía bien. Creía que algún día sería capaz de dar el siguiente paso sin miedos, pero todavía era pronto. En cuanto a sus padres, sabía que su madre se escandalizaría, pero ya estaba acostumbrado a sobrellevar el genio de su madre, por eso ésa era una cuestión que no le preocupaba en absoluto. Durante el estío sus amigos y él se fueron a un festival de rock. Se despidió de Carles y partió con el coche de Xisco hasta el lugar en que tal festival se celebraba. Como en todo buen festival, la droga estaba a la orden del día y la euforia abundaba. Precisamente esa euforia hizo que Jordi se acercase junto a sus amigos a un grupo de chicas que parecían ser heavys. Se presentaron y una chica se quedó mirándolo fijamente. La chica vestía una falda negra y una camiseta con las mangas de encaje. Sus uñas estaban cortadas formando cuadrados perfectos y se había aplicado una buena capa de laca de uñas negra. Tenía tatuajes a la vista, tenía una calavera tatuada en el brazo izquierdo, el nombre de su grupo favorito en la muñeca y una sigma mayúscula en alfabeto griego en su cuello. Los pendientes también abundaban. Era muy guapa, y no sabía Jordi el porqué lo miraba. - Por Dios, ¡Eres tú!, ¿Jordi? - Sí, tú eres… - ¡Julia! Me diste tu almuerzo en un recreo, pero ya no te había vuelto a ver… - ¡Oh, sí! Es verdad… ¡Cuánto tiempo!, y, ¡Cómo has cambiado! No pareces la misma niña… - Bueno, tú llegaste siendo el más pijo de todo el colegio, y ahora pareces más que nada hippie. - Todos cambiamos – sonrió Jordi. Los amigos se miraban preguntándose si sería lícito que un homosexual tuviese una conversación tan fluida con una chica que claramente se hallaba drogada en gran cantidad y que claramente intentaba filtrear con Jordi. Se retiraron. Las amigas también se retiraron con ellos. Los observaban de lejos. Jordi era mucho más alto que Julia. Se les veía felices. - ¿Nos fumamos uno en honor de los viejos tiempos? – propuso Julia. - Sí, pero lo lías tú, que voy demasiado hinchado como para semejante propósito. - Genio y figura hasta la sepultura. Me encanta tu elegante dialéctica. - A mí me encantan tus ojos, en serio, ¿cómo pueden ser tan negros? - Tengo ascendencia turca, mi padre es moro. - Oh, mi madre te odiaría. - ¿Quieres pasar a mi tienda y hacemos un submarino? - Sí, por Dios. Haciendo dicho submarino, con el calor que les ofrecía el humo, terminaron por quedarse ambos con solamente sus prendas menores. Jordi sonrió, era la primera vez en su vida, en sus dieciocho años de vida, en que había sentido algo así. Era eso lo que se sentía al poseer deseos sexuales. Se abalanzó sobre Julia y la besó, la besó hasta que ella no podía más y se apartó, se quitó la poca ropa que le quedaba y se dejó llevar por el ambiente licencioso en que los psicótropos los habían envuelto. Jordi perdió su virginidad y supo que había estado toda su vida esperando a Julia.
Estimada Sra. Sandra: Agradezco su confianza por nuestra editorial, para la publicación de un libro es necesario que nos aporte una copia completa de su libro, que puede hacer por este medio, una vez recibido le informaremos a la mayor brevedad. Un saludo, Jose A López Vizcaíno

martes, 24 de julio de 2012

lunes, 23 de julio de 2012

"Curiosos, tenía que decir que quería compartir con vosotros una de las historias de terror más cortas del mundo. Es de Thomas Bailey Aldrich, fue escrita en 1870 y dice así : "Una mujer está sentada sola en una casa. Ella sabe que está sola en todo el mundo. Cualquier otra cosa viviente está muerta. Tocan a la puerta”. TQD Leer más: http://www.teniaquedecirlo.com/ultimos/p/3#ixzz21RaQ0Uqj"

jueves, 19 de julio de 2012

Jim Morrison

"Morrison compuso en directo una breve y original versión de la tragedia Edipo rey, el personaje de Sófocles que, por azar cruel del destino, termina matando a su padre y desposando a su madre. -Father? (¿Padre?) -Yes, son? (Sí, hijo.) -I want to kill you... (Quiero matarte.) -Mother? (¿Madre?) -I want to... fuck you!!!. (Quiero... ¡follarte!) Claro que en la versión grabada para su primer álbum, esta última frase será sustituida por un grito de Morrison. En cualquier caso, para el dueño del local, aquello fue demasiado y les echó mientras, según se cuenta, todo el público gritaba de emoción. "

miércoles, 18 de julio de 2012

Primer amor y otros pesares - Brodkey

"En el caso de Sonny daba la sensación de que estaba a punto de ocurrir lo mismo. Mi hermana echaba de menos los tiempos en los que, en lugar de salir sólo con un chico, podía salir con muchos. En un par de ocasiones se quejó de que Sonny fuera celoso y estuviera malcriado. Había momentos en los que parecía que Sonny le gustaba muchísimo a mi hermana, pero también hubo otros en los que ella le saludaba inexpresivamente al verle llegar, y él se mostraba temeroso, y trataba de pedir disculpas, y fue así cómo comprendí que Sonny temía la desaprobación de mi hermana más que a nada en el mundo." ....................................... "Me incliné hacia adelante y apoyé mi mejilla sobre su hombro. Luego, sonrojándome, retrocedí y volví a sentarme. - Me molesta oír que no estás a gusto contigo misma - murmuré-. Si no cambias de actitud, podrías acabar perdiendo la confianza en tus propias fuerzas. Eleanor se enderezó y volvió el rostro hacia mí, a la luz de la luna. - ¡Qué guapa eres! - estallé, emocionado - . No me había fijado hasta ahora. Pero lo eres. - Espera - dijo Eleanor. Se le agolparon las lágrimas en los ojos. - No pienses todavía que te gusto. Antes he de contarte una cosa. Es sobre Joel."

martes, 17 de julio de 2012

Educación sentimental - Harold Brodkey

"Por la noche estudiaban, en la biblioteca o en una de las salas comunes de Cabot, y luego, a las nueve, hora de cierre de la biblioteca, bajaban caminando por la orilla del río. Elgin tenía un viejo impermeable que llevaba siempre consigo para extenderlo sobre la hierba. Se sentaban encima del impermeable, muy juntos, y se daban besos largos y muy tiernos. Al principio aprovechaban estas expediciones para hablar de poesía, pero en seguida la conversación comenzó a parecerles una cosa desagradable, y acabaron prefiriendo el silencio". ............ "- Te escribiré desde Europa - dijo Caroline -. Adiós. Y se fue acera abajo, tratando de caminar con un paso ágil; sin embargo se sentía cansada y en realidad iba arrastrando los pies. Lentamente comenzó a sentir el esperado alivio; se había librado de Elgin, volvía a ser dueña de sí misma, pero incompletamente. Elgin se había quedado con parte de ella, y Caroline sabía que jamás volvería a recuperar esa parte, a no ser que él estuviese a su lado. Elgin se sentó en los peldaños de la entrada de Adams House y sepultó el rostro en las manos. - ¡Dios! ¡Cuánto la amo! - se dijo a sí mismo. Y se preguntó qué sería ahora de ellos." [Si las demás historias son de este estilo, me encantará el libro. Gracias, V.]

sábado, 7 de julio de 2012

Mazurca para dos muertos - C.J.Cela

"- Cuando mataron al muerto que mató a mi difunto creí que iba arespirar con más alegría, pero no. Antes, odiaba, y ahora desprecio;en eso se me van las fuerzas. Antes estaba callada y ahora hablo, alo mejor más de lo debido. Lo del acordeón es como beber agua de lafuente; algunos días se tiene sed y otros, no. Yo creo que lo únicoque sé hacer bien es despreciar; me costó mucho trabajo aprenderlo pero ahora desprecio como Dios, podría jurárselo. Lo importante es saber que puede dolerle a una la cabeza, aunque no le duela. Yo soyde esta tierra y de aquí no me echa nadie; cuando muera meconvertiré en la tierra que da de comer a los tojos, me convertiré enla flor de oro del tojo, y mientras tanto, ¡pues mire!Ádega se quedó en silencio y escanció otras dos copas deaguardiente, una para ella y otra para mí."

viernes, 6 de julio de 2012

Desdén

El desdén con el que Marcos miraba por la ventanilla del coche de su progenitor fascinaba por la pasividad que cualquiera de los viajeros de los demás automóviles que circulaban por la misma carretera, pero en el carril contiguo, podían interceptar. Marcos pensaba que en cualquier momento los conductores de los coches se permutarían por rostros de seres tarados y deformes que lo mirarían fijamente e incluso, probablemente, lo señalarían con el dedo índice de la mano diestra. - Desafortunadamente, nunca pasará – se dijo, para sus adentros, como siempre, el infeliz Marcos. Luego volvió a cercar con su mirada a los viajeros, imaginando en qué se basaría la vida de cada uno de ellos. Cuando llegó al destino de su progenitor, salió del coche como quien sale de la ducha un frío día de invierno. Puso sus manos dentro de los bolsillos y se puso a caminar por detrás de sus progenitores. - Marcos, recórtate esas barbas ya, que te asemejas a un mendigo - lo instó su abuela. - Ya me afeitaré, Mercedes – respondió Marcos a sabiendas de que sus barbas eran tan sagradas como el mismo talón de Aquiles. Pasaron los cuatro al comedor y se sentaron como siempre, los asientos parecían estar telemáticamente asignados: La abuela Mercedes presidiendo la mesa, con su silla forrada por dos cojines; el padre de Marcos al lado de su madre, y la madre de Marcos al lado del padre de éste. Marcos, en cambio, se sentaba en uno de los butacones de cuero que antaño servían de asiento a su abuelo, a quien llegó a conocer de milagro. Las conversaciones superfluas de cada domingo sobre la locura del cambio climático, el malestar social y demás volvieron a aflorar de una forma que Marcos sólo podía atribuirles el calificativo de “banales”. Después, cuando su abuela lo instó a tomar unos pasteles de boniato, Marcos, con la menos fingida de su repertorio de sonrisas fingidas, le respondió: “Dispénseme, Mercedes, mas no tengo apetito, hace nada que comí”. Sentencia que, como él ya sabía, su abuela ignoraría y volvería a insistirle en el hecho de que ingiriese esos manjares, los cuales eran, según describía la abuela, pura ambrosía. Marcos, que en el fondo deseaba comerlos, se comió dos. Cada vez que los comía, prácticamente todos los domingos, exceptuando aquellos en los que los exámenes no le permitían salir de casa, ni para visitar a su abuela Mercedes, entendía mejor el fragmento de la magdalena de Proust. La banalidad de las conversaciones lo enloquecían, pero, por suerte, no había prácticamente apelaciones referidas a él mismo. Así que miraba el viejo reloj de cuco a ver si pasaba la hora rutinaria de visita semanal con el mismo desdén con el que miraba a los automóviles de la carretera cuando la velocidad lo hacía evadirse casi de la misma manera que lo hacían los psicótropos las escasas ocasiones en las que recurría a ellos. También el reloj de cuco lo evocaba en un tiempo pretérito el cual no se dignaba nunca a describir porque pensaba que ya no tendría ningún valor después de conocer la historia de À la recherche du temps perdu. La hora pasó, pero parecía ser que esta vez se retrasaría un poco la visita, pues Mercedes aún estaba quejándose de unas placas que tendría que hacerse en dos semanas. Pasaron unos ocho minutos y se dispusieron a partir de nuevo a casa. - Dejadme en casa de Daniel, por favor- pidió Marcos a sus progenitores. - Pero llega antes de las diez, luego, si quieres, ya sales – respondió su madre. - Sí – dijo Marcos. Y se volvió a evadir del mundo gracias a una ventanilla de coche con manivela. Y volvió también a entristecer por el hecho de la monotonía de sus días. En veinte minutos ya estaba en casa de Daniel. Llamó al timbre y, ¡ay! Qué feliz haría al desdichado Marcos ver a la hermana pequeña de Daniel. Tenía diecisiete años, cinco menos que su hermano Daniel, y ya leía incansablemente a Kafka y a la “generación perdida”. Tenía los ojos marrones y el pelo castaño. Era de piel blanca y no destacaba por ser guapa. Era todo lo que Marcos hubiese soñado encontrar en cualquier momento. A veces, cuando esperaba a que Daniel llegase de su academia, charlaba con ella y le encomendaba cinco euros de material. Ella le decía siempre que volviese el día siguiente y se lo daría. Se llamaba Águeda y estaba enamorada de Marcos. Marcos lo sabía. Ninguno de los dos quería nada con el otro en ese momento. Eso complacía demasiado a ambos. Era un contrato no verbal de cara a un futuro no próximo que se había sellado sin palabras, sólo con miradas. Subió los cuatro pisos a pie, más que nada porque era la única forma posible de llegar hasta allí – él no era un buen trepador - . - Hola Marcos, pasa, te ha estado esperando toda la tarde – sonrió y musitó de memoria – o de corazón, pues era francesa la madre de Daniel. - Parfait – respondió, también de memoria, o de corazón – pues era un gran galófilo, Marcos. Llegó hasta la habitación de su compañero y entró sin llamar. - Hola – inició Marcos. - Hola – respondió Daniel. - ¿Tirano Banderas? - El ruedo ibérico, Tirano me lo terminé anoche cuando llegué. - ¿Esperpéntico? - Cómo no, si no apruebo a Valle será para matarme. - ¿Luego saldrás? - ¿Qué tú tienes que cenar en casa? - Sí. - Bueno, pues ya acudiré yo antes. - De acuerdo. - ¿Has hablado con ella? - Sí. - ¿Y? - No sé. Mal. O bien. Eso nunca se sabe. - ¿Se irá? - Sí, pero dice que a lo mejor sólo son tres meses. - Pero tres meses es mucho. En tres meses puede haberse acostado con más de diez tíos. ¿Por qué no vas esta noche, le pides perdón, y le confiesas que sí que la quieres? - Porque ni lo siento ni la quiero. - Pero Minerva es buena para ti, te gusta un poco y… - No quiero mentir ni hacerle daño. - A lo mejor te enamoras de ella. - No hablemos de esto – eludió la conversación Marcos. - Necesito tres motivos para que no te convenza de ir tras ella. - ¿Tres? - Tres. Número relacionado con la magia y con la religión judía – dijo con tono pedante Daniel. Y fue en ese momento cuando Marcos no miró con su desdén carismático, salió decidido de la habitación de su compinche, buscó entre las estanterías del pasillo de Daniel, escogió un libro de tapadora verde, ojeó sus páginas y volvió precipitado hasta la habitación de Daniel, donde Marcos era esperado por la perplejidad de su amigo. - Sí que eran tres puertas las que conducían a la habitación de Gregor Samsa – dijo, orgulloso, Marcos. - No la busques nunca. Ella no es para ti. No entiendo lo que significa La metamorfosis. Y Marcos volvió a poner su mirada de desdén. No obstante, él sabía que no duraría para siempre esa mirada y, podría ser, que se le fuera entre las sábanas de una de las habitaciones de esa morada.

jueves, 5 de julio de 2012

La última mano que tocó mi solo

Durante los meses del verano, el tedio de Atenea aumentó más, si cabe. Tuvo que exiliarse a la playa por presión familiar, cosa que conllevaba alejarse irremediablemente del antro mugriento. Ahora no podría saber qué de nuevo se cocía por aquellos lares en un momento de permanentes permutas. Por una parte, añoraría a Geliberto por no saber nada de cómo se hallaba su extraña relación. Por otra parte, su amiga María del Carmen poco podría hacer sola por evitar una segura relación pasional entre Enrique, gracias al cual ésta había conseguido olvidar a Ristuk, el más violento del antro, y su nueva vaca. Esas relaciones se consumaban en el antro, de ello no cabía la menor duda, los sofás amanecían con los cojines por el suelo, es más, es lógico afirmar que se producían en el mismo sofá en el cual Geliberto amaba tantas veces a Atenea mientras ésta miraba los dibujos de la pared del antro y pensaba: “Cómo puedo hallarme en tal euforia en este momento viendo unos dibujos tan feos…” A veces, reclinaba su cabeza hacia atrás y lo besaba, momento en que Geliberto aprovechaba para renovar energías. La estabilidad del antro se quebraba sin que nada pudiese ser hecho por impedirlo. Atenea no amaba a Geliberto. Lo quería y quería abandonar la clandestinidad para ver si así lo podría amar. No obstante, Geliberto se resistía, cosa que Atenea atribuía al hecho de que Geliberto podría sólo sentir por ella un amor pasional. Pero Atenea nunca interiorizaba. Ni con Geliberto ni con la del Cid, sólo con el papel. Sí que les contaba sus vivencias. Pero nunca, nunca interiorizaba. Ella actuaba de forma extraña a los ojos de todos los aledaños, mas, si hubiesen conocido su situación, entenderían perfectamente su hastío. Se preguntaba si había llegado a amar a alguien, y sólo creyó haber amado a una persona, que, obviamente, no era Enrique. No entendía cómo pudo ser su compañera. Ahora aborrecía a Enrique, consideraba que era una de esas personas que no tienen nada que aportar al mundo, una persona sin creatividad ni personalidad. Las personas por las que cayó en ese bovarismo cuando salía con Enrique eran todo lo contrario que él. Especialmente uno, que era igual que ella misma. Geliberto era un caso aparte. Su modo de vida era extraño. Seguía bizarros horarios. Atenea creía que con ella, Geliberto se centraría, pero, para ello, era necesario vencer a la clandestinidad, o, mejor dicho, a la cobardía de Geliberto. Por todo esto, nuestra diosa de la inteligencia, tomó una determinación: debía aclarar a Geliberto que, ora se dignaba a admitir en público que entre él y Atenea existía algo, ora Atenea haría todo lo posible por olvidarlo y por no volverse a acostar con él, si lo conseguía. Tenía que averiguar la respuesta de Geliberto en dos días, sino el estío los separaría demasiado.

miércoles, 4 de julio de 2012

Esperando a Rubén

ESPERANDO A RUBÉN Personajes: Tirey Llago Singular espécimen con rastas, vestido con un traje rojo y blanco. Xam Speed Rastas aún más largas que las de Tirey, si cabe, adornadas con esperpénticos atuendos con claras alusiones al consumo de psicotrópos, vestido con camisa roja, pantalones rojos y corbata blanca. Chaqueta roja apoyada en las piernas. Nadi Remador El más bajo de los personajes, porte militar. Lleva un traje un poco más azul que rojo. Corsa Malajín Vestido totalmente de azul, con un rostro caricaturesco y un porte chulín. Azul Light Ataviada con pantalones luminosos y camisa azul. Jimmy Muñón Posadas Pelo largo y sin rastas, vestido como Xam Speed. Nardián Moteta Vestido como sus comadrones pero lleva un parche en el ojo derecho, y sus cabellos, de diferentes colores, le llegan hasta los tobillos. Correa Gripau Lonjas Vestida toda de azul, con minifalda y botas (como la Sori). Un salón de té inglés, lleno de tacitas, con cenefas que plasman lazos de color verde obscuro que terminan con florecitas. Las bandejas son de metal con dos asas, una en cada extremo. A la izquierda se sitúan Tirey Llago y sus comadrones. A la derecha Corsa Malajín y sus compinches, vestidos de rojo y azul respectivamente. Al medio se sitúa Nadi Remador, aunque tirandillo a los azules. Tirey Llago y Corsa Malajín están enfrentados en la misma mesa, mientras los demás se sitúan al fondo, en otras mesas. En el fondo del escenario se halla una gran pantalla que servirá para aportar futuros vídeos ilustrativos como argumentos de apoyo en tal disputa. TIREY LLAGO: España ha ganado en ignorancia, y ha perdido oxígeno. Y la vida. Y raciocinio, celebradlo, mientras podáis, que esto helado no vale nada.. Asco. CORSA MALAJÍN: Eiiiii, Tirey paso de escuchar las muchas tonterías que dices, pero lo que tengo muy claro es que si no estás a gusto, PUERTA, es simple y fácil, no hay más, así que ya sabes, menos criticar, que os pasáis la vida criticando (aunque puede ser, sea realidad). TIREY LLAGO: ¿Qué? ¿Qué si no estoy a gusto, puerta? Osea, que no tengo derecho a opinar, ¿verdad?, ¿esa es tu idea? Me parece denigrante, Corsa. Mira que mi opinión sobre ti estaba mejorando, pero tío, párate a pensar en lo que dices y cuándo lo dices, porque te estás equivocando y mucho No me paso la vida criticando, eso es lo que tú psiensas, porque no eres mi amigo ni lo serás, y como es así, ni conoces mi manera de pensar, ni nada. Si me haces caso, te recomiendo que te informes de todo lo que ha pasado mientras estabais celebrando la victoria de la selección. VOZ EN OFF DE TIREY LLAGO: Que a mí me parece que se merecían haber ganado, porque han jugado de puta madel!!!, pero de ahí a ignorar todo lo que está pasando, es cosa de ser ignorantes, hijo mío. CORSA MALAJÍN: No he intentado, ni intento, ni por supuesto intentaré, ser tu amigo en la VIDA, flipiiiii, porque amigos como tú me dan asco, haha – se ríe- pues como tú dices, pero claro que eres libre de opinar, ¡Claro que sí!, pero si yo no estoy a gusto en un sitio, lo más normal es abandonarlo, APÚNTATELO…. Ale, sigue así, ¡Con tu rollito de criticar y criticar! Corsa Malajín le guiña un ojo a Tirey Llago. TIREY LLAGO: Como no, estás ciego, me haces gracia. (Sale el video de Saber vivir “Claro que sí, campeón”) CORSA MALAJÍN: Ha,ha,ha,ha,ha, Eso es lo único que mereces que te diga… Y claro que soy campeón, y no una, ni dos, sino tres veces, bobo. Orgulloso de ser ESPAÑOL – se ríe ligeramente-. TIREY LLAGO: Orgulloso de ser español seguro, ciego también. Yo estoy muy a gusto aquí, aunque pienses que no, ya que tengo amigos y gente con la que se puede hablar y pasarlo bien. Gente con cabeza. ¿Sabes qué es eso? Cabeza. CORSA MALAJÍN: Sí, por eso no querría ser compañero de clase tuyo, por eso de “dime con quién vas y te diré quién eres” ¿Eh? Jajajaja, qué pena, de verdad. NADI REMADOR: Yo soy tirando a del PP y Tirey es mi amigo, Corsa. – se ríe a carcajadas-. AZUL LIGHT: Tirey, que la lías con tus declaraciones, ahah. TIREY LLAGO: Gracias, Nadi – se ríe a carcajadas-. NADI REMADOR: Yo sólo digo la verdad. A parte, cuando quedas con amigos se habla de todo, no sólo de política – se ríe a carcajadas - . TIREY LLAGO: Yo tengo amigos de muchos tipos, muchísimos más de los que te puedas imaginar. Me da igual la ideología o lo que sea. Nada más busco que se pueda hablar y razonar. Contigo no se puede. Fin. CORSA MALAJÍN: ¿No se puede? Das asco, Tirey. Y no es que no se pueda, sino que no me da la gana. CAMPEONES, VIVA ESPAÑA ¡Final!. TIREY LLAGO: - a Nadi – Exacto, si lo importante es pasarlo bien y poder hablar racionalmente – se ríe a carcajada limpia - . NADI REMADOR: Alguna que otra hostia de vez en cuando, pero nada más. – se ríe a carcajadas - . TIREY LLAGO: Pero eso es vital – se ríe a carcajadas - . NADI REMADOR: Aquí falta Rubén… - se ríe a carcajadas - . TIREY LLAGO: Entonces, es que eres una persona que no merece la pena. Menos de lo que yo creía y todo, y mira que era poco. CORSA MALAJÍN: Opino lo mismo que tú, frikiiii! TIREY LLAGO: Deja las etiquetas, que yo no soy etiquetable como tú, ¡Oveja! CORSA MALAJÍN: Jajajajaja, ¡Qué lastimita me das!, PENOSO. TIREY LLAGO: Deja ya de contestar, que me ensuciar la mesa. CORSA MALAJÍN: Ah, ah, ah, ¡Aleee! Maquii, sigue así!! NADI REMADOR: - imitando a Corsa- ¿No se puede?, Das asco Tirey, y no es que no se pueda, sino que no me da la gana, CAMPEONES, VIVA ESPAÑA. Final!! - No imitando – FLIPA! Esto es un ejemplo de singularis niputaideadeloquedigo, habitan mucho por estos lares. – se ríe a carcajadas - . - TIREY LLAGO: Corsa, no soy el único que opina así de ti, sólo has de abrir un poco la mente y te darás una hostia contra la realidad que ni te esperas. O también puedes permanecer siempre menor de edad, eso ya es cosa tuya. CORSA MALAJÍN: El último comentario que te “contesto”, que la popularidad baja. – risa malévola - . (breve pausa) Y me la comes tú, y TODOS los que opinan como tú. – le guiña un ojo - . NADI REMADOR: Típico comentario de una persona que padece síndrome de down – pone sus ojos en forma de “e” - . TIREY LLAGO: Mira, deja de quedar mal, que das ya mucha lastimita. CORSA MALAJÍN: De quedar mal tú, con esa cara de perro con rastas – risa estridente – XAM SPEED: Corsa, o te callas o te juro que cuando te vea por la calle pienso propinarte una “sartà” de hostias. No sé ni quién eres, pero es la única forma de que te entre por la puta cabeza que sobras en este mundo. JIMMY MUÑÓN POSADAS: ¿Pero de qué os alarmáis? Si nada más veo una oveja. – berridos ovinos - . NARDIÁN MOTETA: Jajajajajjajajajajajjajajajajjaja, sigue Corsa, por favor, sigue. Hacía tiempo que no veía a alguien tan torpe argumentando. Jajajaja. TIREY LLAGO: Es cómico, ¿verdad? – pasa cinco minutos riendo de manera elegante -. NARDIÁN MOTETA: VIVA ESPANYA, VIVA EL REY, VIVA LA ÓRDEN Y LA LEY!! TRICAMPEONES!! Oe,oe! Y el que me saque de ahí es un friki lastimero, he dicho. CORREA GRIPAU LONJAS: Tirey, que sepas que me parece muy mal que digas eso, pero bueno, cada uno tiene su opinión!!.

La casada infiel . G.Lorca

"Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido, Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos. En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de jacintos. El almidón de su enagua me sonaba en el oído como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos. Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río. Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo, el cinturón con revolver. Ella, sus cuatro corpiños. Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío. Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos. No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo la luz del entendimiento me hace ser muy comedido. Sucia de besos y arena, yo me la llevé del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios. Me porté como quien soy. Como un gitano legítimo. Le regalé un costurero grande, de raso pajizo, y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río."

lunes, 2 de julio de 2012

El árbol de la ciencia - Pío Baroja

"A los pocos días de recibir el nombramiento de médico de higiene y de comenzar a desempeñar el cargo, Andrés comprendió que no era para él. Su instinto antisocial se iba aumentando, se iba convirtiendo en odio contra el rico, sin tener simpatía por el pobre." "- Pues el amor, y le voy a parecer a usted un pedante, es la confluencia del instinto fetichista y del instinto sexual. - No comprendo. - Ahora viene la explicación. El instinto sexual empuja el hombre a la mujer y la mujer al hombre, indistintamente; pero el hombre, que tiene un poder de fantasear, dice: esa mujer, y la mujer dice: ese hombre. Aquí empieza el instinto fetichista; sobre el cuerpo de la persona elegida porque sí, se forja otro más hermoso y se le adorna y se le embellece, y se convence uno de que el ídolo forjado por la imaginación es la misma verdad. Un hombre que ama a una mujer la ve en su interior deformada, y la mujer que quiere al hombre le pasa lo mismo, lo deforma. A través de una nube brillante y falsa, se ven los amantes el uno al otro, y en la oscuridad ríe el antiguo diablo, que no es más que la especie."