sábado, 12 de marzo de 2011

Amélie

Sans toi, les émotions d’aujourd’hui ne seraient que la peau morte des emotions d’autrefois”

deltoya

Y yo me quedo en casa, me duele todo,
quién va a aguantarme con este mono.
Fotos de un cajón rompen mi cabeza
recuerdo su olor y se me pone tiesa:
Me cuelgo de su pelo, me engancho de su miel,
me encuentro con mi hada, que esta loca también,
he vuelto a la andadas, he vuelto a enloquecer
lo vi escrito en la luna, luna creciente.

^^

Abrid los brazos, la mente y repartíos
que sólo os enseñaron el odio y la avaricia
y yo quiero que todos como hermanos
repartamos amores, lágrimas y sonrisas.

.

Il vous aime, c'est secret, lui dites pas que j'vous l'ai dit

.

FOR CRYING OUT LOUD
SHE SCREAMED UNTO ME
A FREE FOR ALL FUCK THEM ALL
YOU ARE YOUR OWN SIGHT.

.

Mientras tanto pasan las horas,
sueño que despierto a su vera,
me pregunto si estara sola
y ardo dentro de una hoguera.

Mi lugar está con ella.

Me gustaba mirar sus ojitos negros, aunque a veces se encendían tanto que asustaban.
También me gustaba encontrar en ella una vida tan vacía y tan llena que no sabía exactamente qué era lo que quería, ni lo que no quería.
Era única, odiaba a todos, pero quería más que nadie.
Nunca me dijo que se iría, supo fingirlo bien, aunque siempre lloraba y se enojaba, y yo no sabía por qué, tampoco sé si ella lo sabría, pero no me importa, sus arrebatos y enfados en los que más de una vez la habría matado, la hacían tan especial que ahora me arrepiento de cada reproche que le hice por ellos.
Hubiera sido famosa, no por su belleza, aunque tampoco le faltaba, sino por su ingenio; su habilidad para las lenguas, su amor por la literatura… ¿Por qué se ha ido ella, si podría haber hecho mucho bien al mundo?
Podría haberme pasado años en conocerla, puede que no lo llegase a hacer para nada, pero tampoco le gustaba decir mucho de ella misma, lo más profundo sobre ella que me reveló fue que le gustaba el whisky, el ron, el café y el tabaco.
¿Por qué me dijiste que te ibas dos días antes de irte? Fuiste muy egoísta, yo quería haberte abrazado más.
Recuerdo dos años antes de que se fuera, una vez, después de haber bebido, me dijo: “- No me quiero morir, no quiero que a los treinta años nuestros hijos te pregunten que dónde estoy y tú no sepas qué decir.” Pero ella no quería tener hijos, nunca sabré por qué lo dijo, pero no llego ni a los treinta, ni si quiera a los veinte.
¿Volverá para decirme por qué se fue?  
El día que marchó el cielo lloraba, sus padres tenían la mirada más que perdida entre millones de preguntas sin respuesta. Sus amigas no estuvieron con ella, porque ya no eran sus amigas, o porque en esa ocasión les convenía más no serlo. No quería estas acostada, cumplía hasta en su último viaje con su compromiso con los nervios. Yo le pregunté que a dónde quería ir, y ella me dijo que dónde fuera, pero no donde se iba. En ese momento, quise inundar al mundo entero.  Le di su koala y su perro, y ella me dijo que allí donde iba los echaría de menos.
Ella creía en Dios, pero su Dios la había abandonado.
No sabíamos cuándo pasaría, pero yo creo que ella lo tenía claro, tanto que sus ojos escurecían todavía más cada segundo hasta llegar a lo más profundo de la cueva.
Nos miramos largos ratos, buscando palabras que todavía no se habían inventado. Me recordó todo lo que no haríamos, como tener un perro o irnos de viaje. Le dije que eso era mentira, que para mí ella siempre estaría conmigo. Pero, ¿de qué servían todos esos ánimos, si ella se marcharía para siempre y mi vida se volvería un túnel sin luz?
La última hora no sintió dolor, por eso tal vez lo tenía ya asimilado. Me dijo que muchas veces lo había deseado. Yo le dije que Dios estaba castigando al mundo. Ella me sonrió, y esa sonrisa alivió bastante todo ese pesar. No podía dejar que me viese flaquear, sino ella flaquearía más. Para que no me preocupara me dijo que ella no tenía lugar en el mundo, pero no sabía que ella tenía un mundo propio, el mío.
Le subí para comer un sándwich, pero ya no tenía hambre. Le mojé los labios con agua y le di un beso en la frente.  Por primera vez la vi tan calmada, ella no era así. Me dolió, no se enfadaba ni se enfurecía, no maldecía al mundo ni al destino. Esa no era ella, era su final.
Sus padres estuvieron con ella, y le dijeron que debía ser fuerte, pero ella les dijo que los que tenían que ser fuertes eran ellos, que ella no era la que iba a sufrir. Su madre tenía los ojos de cristal. Y su padre no podía decir nada. Una hora antes apareció su amiga, y lloró y me dijo que sentía no haberlo podido afrontar con ella. Yo le dije que ya era tarde, que se iba, y ella me dijo que quería entrar. La dejé pasar y se miraron. Ella no supo qué decirle, y ella pidió que entrase yo. Entré, y me dijo a la oreja que no quería que ella estuviese, le había fallado tanto que ahora no la quería ver. La eché. Volví a entrar con ella y me tumbe junto a ella. Estuve unas dos horas abrazándolo y oliéndola. Pensé en todo lo que habíamos pasado en esa cama y lloré todavía más, ella era la que me tenía que consolar. Como siempre, ella se quería hacer la fuerte hasta en las últimas. Nunca supe si era una máscara o era muy fuerte, pero teniendo en cuenta todo lo que pasó, si era una máscara, estaba muy muy aferrada a ella.
Sus últimos cinco minutos se me han grabado a fuego. Me dijo flojito, como podía:
“- La muerte es menos dura después de saber lo mucho que se puede querer.”
Y yo la abracé y le dije que jamás la olvidaría, y que quería irme con ella. Ella me dijo que siempre estaría conmigo, que no era necesario que la buscase.
Nos miró, haciendo un gran esfuerzo me cogió la mano, y nos miró uno por uno. Cogió a su perro y a su koala, y nos dijo: “- Os quiero.”
Cerró sus ojos y no pude creerme lo que estaba viendo. Se había ido, ella, la mujer más viva del mundo. Lloramos los tres y entre sombras he llegado hasta el día de hoy, a mis treinta años, y con mi vida ya rehecha, me voy a casar dentro de unas dos horas y no sentí otra necesidad que plasmar esto, sobre la única mujer a la que he amado, y a pesar de que haciendo lo que voy a hacer arruine la vida de  la que sería mi futura esposa y de mi hijo, creo que no merecen que les mienta diciéndoles que ellos son mi familia cuando, en verdad, mi única familia es ella, esté donde esté.
Van a pasar a recogerme para ir a la Iglesia. Pero la próxima vez que vaya, lo haré dentro de una caja de madera de roble.
Me voy con ella, con la única persona con la que quiero estar.

miércoles, 9 de marzo de 2011

pág. 603 "La catedral del mar"

"Mar intentó seguir al grupo que transportaba a Arnau, pero la multitud de gente congregada se lo impedía. Recordó las últimas palabras de Aledis:
- Cuídalo- le gritó por encima del clamor de la host. Sonreía.
Mar salió a toda prisa, trastabillando de espaldas a la riada humana que la arrastraba.
- Cuídalo mucho- repitió Aledis mientras Mar continuaba mirándola, tratando de esquivar a cuantos le venían de frente-; yo quise hacerlo hace muchos años...
De repente desapareció."

martes, 8 de marzo de 2011

página 276 "La catedral del mar"

-¡No puedes!- gritó Aledís cuando Arnau le comunicó su decisión. Arnau la instó con las manos a que bajara la voz, pero ella siguió gritando-: ¡No puedes dejarme! Le contaré a todo el mundo...
- ¿Qué más da ya, Aledís?- la interrumpió él-. Estaré con el ejército. sólo conseguirás arruinar tu vida.
Los dos se miraron, escondidos tras los matorrales, como siempre. El labio inferior de Aledís empezó a temblar. ¡Qué bonita era! Arnau quiso acercar una mano a la mejilla de Aledís, por la que ya corrían las lágrimas, pero se detuvo.

- Adiós, Aledís.
- No puedes dejarme- sollozó.
Arnau se volvió hacia ella. Había caído de rodillas con la cabeza entre las manos. El silencio la incitó a levantar la mirada hacia Arnau.
-¿Por qué me hasces ésto?- lloró.
Arnau vio las lágrimas en su rostro; todo su cuerpo temblaba. Arnau se mordió el labio y se dirigió hacia lo alto de la montaña. ¿Para qué hacerle más daño? Abrió los brazos.
- Debo hacerlo.
Ella empezó a arrastrase de rodillas hasta llegar a tocarle las piernas.
-¡Debo hacerlo, Aledís!- repitió Arnau saltando hacia atrás.
Y emprendió su descenso de Montjuïc.